Tropecé con una dura muralla
de cemento en mi lejana juventud
chantajeado en mi suerte malaya
persiguiéndome hasta mi vejez
sin sosiego jamás tiro la toalla
con una burda implacable tozudez.
Acosado por su dura intransigencia
la insidia de una pervertida mujer
sus amenazantes mentiras surgidas
de una cuadrada cabeza sin razonar
hay que tenerla en cuenta y temer.
Me siento un masoquista de bien
un náufrago en un entorno aciago
cuidándola desde la cabeza a los pies.
La he tratado como a una real princesa
ya me siento solo en la terrible vejez
mi corazón ya cansado en la tristeza
esperando las barcas que jamás retornarán.
Ligero de equipaje que es lo consabido
mi último viaje a la lontananza del mar
donde me espera una eterna estancia
con mis bolsillos vueltos sin mirar atrás.
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Manuel Suárez Madrigal
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