Tu lindo cuerpo empapado de arena
en las playas contemplando las olas
de niña traviesa con deseo de amada
la plata que brilla en tu rica sonrisa
se refleja en tus pupila de ser amada.
Quién pudiese sentir el olor a tu laca
cuando te alisas tus frondosos cabellos
en parajes de arenas desde una atalaya.
Brisas que se quiebran a los atardeceres
cuando la penumbra se va apagando
luciérnagas despiertas de su letargo
para cantar su cansina y obtusa sinfonía.
La sal que transpira, tu anatomía es cálida
es el dulce condimento de esta poesía
tu belleza venero que surte de alegorías
a la fuerza del amanecer de cada aurora
finaliza el manto oscuro cada día
es la oscuridad nocturna que se ensaña
devorando arreboles de locos amaneceres
tortuosos apasionados de lujuriosas pasiones.
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Manuel Suárez Madrigal
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