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lunes, 7 de septiembre de 2015

POEMA: Una Queja de Enfado

Amargas experiencias por el dichoso Internet
me levanto de la cama bastante malhumorado
me refiero a este histórico pueblo de Santa Fe.
Desayuno con parsimonia, me siento muy relajado
intento meterme en Internet, un rotundo fracaso
la señal no asoma por ninguna parte, estará adormilado
siento pena y frustración con la pasta que pagamos
yo por lo menos me siento algo o mucho estafado.
A esas redes que tan magníficamente nos informan
que se acuerde de estos pequeños pueblos aledaños
de las grandes urbes que tenemos los mismos derechos
las facturas creo todos las tenemos que pagar al banco.
Hago esta reflexión pues todas las mañanas sin conectar
ni puedo leer mis correo, ni mandar una simple misiva
la verdad me siento maniatado sin poderme explicar
y un atajo de jóvenes sobrinos parientes más lejanos
pero que nos llevamos muy bien como si fuésemos hermanos.
Les entusiasma cada mañana abrir su ordenador y encenderlo
y ver cada uno con la cara recién levantada con legañas y ojeras
merece la pena verlos llenos de santificación.
Yo gozo y disfruto de verlos con sus pijamas puestos
saltando, brincando, dando chillidos como una tribu india.
Para mí es como si me hubiese tocado la lotería de navidad
me visto y raudo salgo de mi casa en busca de esa maravillosa
que vive a pocas manzana de mi casa; ya ellos están vestidos
en el espacioso porche de su casa con una sonrisa de oreja a oreja.
Beso a cada uno, empiezo por los menores para que no se enfaden
les pregunto, ¿habéis desayunado? Contesta uno: -Tito manolo no.
Cerca de la casa hay un hermoso restaurante y a pie nos dirigimos
les pregunté a cada uno qué querían desayunar, ya lo estaban pidiendo.
Al joven y apuesto camarero yo también pedí mi desayuno
un aromático té de vainilla con una gotas de leche y unas pastas.
Terminamos el opíparo desayuno y nos marchemos a casa
vuelvo a encender el ordenado y me sigue fallando Internet
el cabreo fue monumental hasta hoy que todavía no lo tengo
sólo me queda un atracón de paciencia y de resignación.

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Manuel Suárez Madrigal

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