La cabra que nunca dio una gota de leche
en los albores de los años cuarenta.
Birraba, un nombre que no es muy común
se lo puso un hermano de dos que éramos
en aquellos difíciles años de la posguerra.
La criamos desde pequeña recién nacida.
Mi madre diariamente la compraba al lechero
poca cantidad pues los haberes eran muy pocos
tenía que sacar para el biberón de la chota
con apuros le pedimos sacarla hasta destetar.
La chota fue creciendo hasta que se hizo cabra
fue muy mimada como si fuese otro hijo más.
Yo era mayor que mi hermano y era el cuidador
de mi querida Birraba, ya preparada de merecer.
Un vecino tenía una punta de cabras y macho
yo salía con él para que su macho la pillara
mi dichosa Birraba no quiso cuentas con él.
La sibarita Birraba presumida y caprichosa
bien que la cortejó día tras día, mes tras mes
ella se negaba, no quería ser embarazada
por el patriarca de esa puntita de cabras
el profundo y oloroso almizcle no era grato.
Mi padre se hartó de cabra y la quiso vender
pero a mi hermano y a mi nos dio un mal rato.
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Manuel Suárez Madrigal
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