Entre Granada y Sevilla
hay un bonito pueblo
es una pequeña villa
me enamoré ciegamente
de una joven gitanilla
morena de larga melena
de cara de virgen niña
vivíamos en la misma calle
para los dos una tortura
nuestras miradas un detalle
que no podía pasar por alto.
Éramos dos razas distintas
yo payo y Araceli gitanilla
cada día tenía que verla
por un ventanuco boardilla
y cuando iba a lavar al río
con su canasta y tablilla
con su prima acompañante
que se llamaba Mariquilla.
Tan sólo charlar y charlar
yo miraba el reflejo de su cara
en aguas limpias que corrían
las dos primas lavar y lavar
a veces las sábanas tendían
a solas me quedaba mirándola
sin saber decirle una tontería.
Éramos jóvenes y con los tabúes
la maldición del arcaico racismo
no pudimos ni darnos un beso
pues mirarnos había un abismo.
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Manuel Suárez Madrigal
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