Destellos de la primorosa alboreada
cuando se desrama, serena y límpida
por praderas y escarpados acantilados
empapando del cristalino y frágil rocío
acariciando la verde floresta de pureza
y el trino del ruiseñor ameniza la noche
desde el crepúsculo hasta la amanecida
acompañando con su croar de la noche.
Un delirante y bello recitar a los astros
que desaparecen con los rayos del sol
besando a la serena y placentera claridad
embobeciendo a la naturaleza en su color
que nos reconforta a los seres vivientes
ahuyentando a los malos augurios de dolor.
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Manuel Suárez Madrigal
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