Estoy desolado de envejecer sin calor
cuando mi blanca cabeza y este corazón
contemplan cómo pasa lo inalcanzable.
Tengo que apechugar el infinito dolor
que padezco en mi escondido cerebro
insinuantes lamentos de hastío y pudor
movidos con sigilosa y cautivadora brisa
de la rosa más salvaje de toda la floresta
que hay que acariciarla por las espinas
para no estropear su verde y tierno tallo
donde se visten sus hojas de clorofila
y embellezcan tu cara de flores de mayo
con todo mi amor y cariño de mi corazón
buscaré la flor más hermosa del serrallo.
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Manuel Suárez Madrigal
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