Pintada por Diego de Velázquez en 1630 y no fue un encargo del rey. Esta copia fue un arduo trabajo en el que empleé varios días por la dificultad de pintar al cuerpo humano semidesnudo y eso conlleva horas de dedicación. Costó sangre, sudor y lágrimas y lo pinté con muy pocos recursos, sin trípode, en lo alto de una mesa, por ello me siento orgulloso de esta pintura y le tengo mucha estima.
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